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Diálogo 1

El primer día...

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VICENTE: Es mi primer día en mi nuevo trabajo, estoy muy nervioso.

PAULINA: Tranquilo Vicente, todos hemos padecido nuestro primer día de trabajo. Verás que nada es tan complicado como te parece hoy.

VICENTE: Sí, lo sé. El problema es que cuando me pongo nervioso me sudan las manos, y es muy feo tener que darle la mano sudada a mis nuevos compañeros; es una carta de presentación espantosa.

PAULINA: Comprendo. Yo cuando me pongo nerviosa tartamudeo. Eso tampoco deja una bonita primera impresión.
Pero pierde cuidado; si le sugerí a mi jefe que te tenga en cuenta para ocupar este puesto, es porque confío en tu capacidad.

VICENTE: Lo sé. Gracias Paulina.

PAULINA: ¿Sabes Vicente? Aún recuerdo cómo sufrí durante mi primer día en esta empresa; mis nuevos compañeros me hacían bromas, y yo no me animaba a enojarme con ellos. Entonces, ¿sabes lo que hice el segundo día? Antes de venir a trabajar me bebí un vaso de fernet con cola. Eso me quitó los nervios por completo. Quizás tú también puedas hacerlo mañana antes de venir.

VICENTE: Eso no está permitido, Paulina. ¡¿Qué pasa si me sienten aliento a alcohol?!

PAULINA: Pero me refiero a beber sólo un vaso. No te estoy diciendo que te tomes toda la botella.

VICENTE: El fernet no me gusta en lo más mínimo. No lo paso.

PAULINA: Bueno, puedes intentarlo con una lata grande de cerveza.

VICENTE: Bueno, con la cerveza me sucede lo contrario. Me gusta tanto que no puedo beber sólo una lata.

PAULINA: Pero Vicente, no se trata de una fiesta, sino de tus primeros días de trabajo. ¡Por lo que más quieras, intenta no tomar más de una lata! De lo contrario, perderías totalmente las inhibiciones y hasta podrías llegar a protagonizar algún papelón. Esa sería la peor carta de presentación que pudieras mostrar.

VICENTE: Quédate tranquila Paulina. No pienso beber antes de venir a trabajar; sería una locura.
¿Sabes? No me gusta tener jefe. Ese es otro motivo por el cual no me siento muy a gusto aquí. De todos modos, te agradezco que te hayas acordado de mí para ocupar este puesto.

PAULINA: Yo sé que no te gusta mucho trabajar como empleado. Pero pensé en ti porque me he enterado de que tu pequeña empresa tiene muchos vaivenes, y que en este momento estás pasando por una situación económica complicada.

VICENTE: Es cierto, pero ¿quién te lo ha dicho?

PAULINA: No importa quién me lo haya dicho.

VICENTE: Es que yo no ando contando los pormenores económicos de mi empresa, porque sé que es una situación muy cambiante y no quiero que mis amigos se preocupen demasiado por mí o piensen que estoy mal.
De todos modos, sólo una persona conoce esos detalles, así que apuesto a que ella te lo ha contado.

PAULINA: Bueno sí, ella me lo ha contado.

VICENTE: Quédate tranquila; no me molesta. No le diré nada.

PAULINA: No comprendo qué es lo que tanto te disgusta de trabajar como empleado.

VICENTE: Es largo de explicar, y muy simple al mismo tiempo. Es un sentimiento, no un pensamiento que yo elabore.

PAULINA: Sigo sin comprender.

VICENTE: Cuando trabajas en relación de dependencia, lo haces por el dinero.

PAULINA: No es así. A mí me gusta lo que hago en esta compañía.

VICENTE: Por supuesto que tiene que gustarte el puesto que te toca, pero es muy importante que el salario sea interesante.

PAULINA: Claro ¿y qué más quieres tú?

VICENTE: Yo aún no tengo hijos, así que tengo tiempo para buscar otras recompensas a largo plazo, además del dinero. Yo necesito saber que el trabajo que estoy realizando construirá algo importante para mí en el largo plazo, aunque en los comienzos gane menos dinero y deba esforzarme más que trabajando como empleado.

PAULINA: Bueno, pero si trabajas bien como empleado, eso te puede aportar algo importante a largo plazo, ya que podrías ser ascendido.

VICENTE: Es cierto, pero aunque me ofrezcan el mejor de los puestos, el hecho de trabajar para la empresa de otra persona no es algo que me interese demasiado.
Yo quiero que el aporte de mi trabajo sea para mi propio proyecto; que cada trabajo que realice sea como un ladrillo más en la construcción. Y que si hoy tuviera que trabajar por poco dinero, eso sirva para ampliar mi cartera de clientes, para poder en un futuro estar ganando buen dinero proveniente de mi propio emprendimiento ya maduro.

PAULINA: Oh…, me da pereza de sólo pensarlo. Yo prefiero tener todos los meses mi sueldo y vivir tranquila. No podría estar preocupándome a cada momento por el destino de mi empresa.

VICENTE: Eso es algo que se lleva adentro; yo soy un emprendedor. Y un emprendimiento profesional es algo así como plantar un árbol y cuidar de él hasta que te dé sus frutos y su sombra, en lugar de llegar a la sombra de un árbol maduro y que tu jefe determine cuántos frutos te otorga cada mes.


  






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